dilluns, 2 de març del 2015

Los monjes de la Oliva (Reliigión Digital, 01/03/2015)

Maestros de la oración contemplativa

Los monjes de la Oliva

Saben amar sin condiciones: Dios es su único tesoro

Josep Miquel Bausset, 01 de marzo de 2015 a las 18:45

Monjes de la Oliva
Monjes de la Oliva
 Es un Instituto Monástico de vida íntegramente ordenado a la contemplación. Por eso los monjes se dedican al culto divino, según la Regla de San Benito dentro del recinto del monasterio
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El abad de La Oliva

  • Monjes de la Oliva
  • El abad de La Oliva
(J. M. Bausset).- Del 22 al 28 de febrero he tenido la alegría de compartir los ejercicios espirituales con los monjes de La Oliva, maestros de oración contemplativa, hombres que hacen de sus vidas una oblación y una donación a Dios desde el amor fraterno y el servicio abnegado al Evangelio, a los hermanos y a los huéspedes.
Estos monjes, que son centinelas de esperanza, viven, un día y otro, el gozo de construir una comunidad basada en la comunión, y por eso, en la reconciliación y en la esperanza.
Los monjes de La Oliva nos enseñan, en pleno siglo XXI, a hacer realidad unas relaciones fraternas sanas, acogedoras y sinceras, alejadas de tensiones y de exclusiones, gracias a las cuales, estos hombres viven de una manera más humana y más sencilla, en armonía con la naturaleza, con serenidad, dulzura y amabilidad. Y también con sobriedad y frugalidad, compartiendo con los otros lo que tienen y lo que son, en comunión con el dolor y las esperanzas de nuestro mundo.
Estos días que he pasado con los monjes de La Oliva, he descubierto unos hombres apasionados de Dios, monjes que nos enseñan a valorar y a amar la belleza del Evangelio, en una comunidad orante, que trabaja para convertirse en una familia de hermanos, en unos discípulos de Jesús de Nazaret. Los monjes de La Oliva forman una comunidad que acoge con afecto a los que se acercan a este monasterio en busca de silencio y de paz. Los monjes de La Oliva nos ayudan, en un mundo con tantos recelos, a comprender al otro sin juzgarlo y sin condenarlo, aceptándolo tal como es. Por eso estos monjes saben descubrir a Cristo en toda persona que se acerca a La Oliva, sobretodo en los más pobres y sencillos.
Además, estos monjes, que son hombres de oración y de silencio, desde las Vigilias, a las 4,30 de la madrugada, cuando todavía es de noche, hasta las Completas, con la preciosa Salve Cisterciense, nos enseñan la primacía que ha de tener la Palabra de Dios en nuestras vidas, una Palabra leída y meditada, escuchada, acogida y orada, que, de esta manera germina y es fecunda en la vida de la Iglesia. Los monjes de La Oliva nos enseñan también a comprender y a valorar el celibato por el Reino como un abandono radical, desde la gratuidad y la confianza en el Dios que llena por completo el corazón de estos hombres.
Los monjes de La Oliva saben amar sin condiciones, sin poseer nada ni a nadie, ya que Dios es su único tesoro. En los monjes de La Oliva descubrimos unos hombres que hacen de sus vidas un camino de profecía, ya que en su día a día, nos enseñan que lo que parece imposible puede ser posible. De esta manera nos invitan a que nuestra vida, como la de ellos, esté marcada por una esperanza libre de miedos, una esperanza confiada y llena de sentido. Estos monjes nos ayudan, como decía San Bernardo, a "caminar en el Espíritu y a vivir de la fe", en un silencio fecundo, abierto a Dios y a los otros.
Los monjes de La Oliva, con su abad, Isaac Totorica al frente, nos enseñan no solo a dejar de lado aquel individualismo y aquella mezquindad que nos aísla y nos hace estériles, sino sobretodo a estar atentos a las necesidades del hermano, y más, del hermano que sufre. Los monjes de La Oliva nos enseñan a no pasar nunca de largo ante las fragilidades y el dolor de los más débiles, a no dejar nunca de curar las heridas de los que están al margen del camino, a enjugar las lágrimas de los que lloran y a acoger a los que tienen el corazón roto por tantos miedos.
Fue el 1150 cuando La Oliva recibió carta oficial de ciudadanía por parte del Capítulo General de Císter, que corroboraría enseguida el papa, también cisterciense, Eugenio I. La presencia orante de los monjes de La Oliva se interrumpió con la desamortización de Mendizábal en 1835. Y fue el23 de mayo de 1927 cuando los monjes pudieron volver de nuevo para restaurar la vida monástica en este monasterio.
Como determinan sus Constituciones y Estatutos, la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia "es un Instituto Monástico de vida íntegramente ordenado a la contemplación. Por eso los monjes se dedican al culto divino, según la Regla de San Benito dentro del recinto del monasterio". Es en la soledad y en el silencio, "en oración constante y gozosa penitencia", que estos hombres "ofrecen a la divina majestad un servicio humilde y digno a la vez, observando la vida monástica". Es por eso que el monasterio, que es "escuela del servicio divino", hace posible que Cristo se forme en los "corazones de los hermanos mediante la liturgia, la enseñanza del Abad y la vida fraterna".
El estilo de vida de los monjes de La Oliva, "sencillo y frugal", nos enseña a vivir enactitud de vigilia y a ser hombres y mujeres de oración, hombres y mujeres sin una doble cara, hombres y mujeres con un corazón limpio y confiado. Los monjes de La Oliva nos enseñan también a ser hombres y mujeres humildes en nuestras relaciones y sensibles a los que pasan a nuestro lado. Estos monjes nos enseñan que es posible en nuestro tiempo vivir el Evangelio con radicalidad, ya que alejados de toda superficialidad, los monjes de La Oliva hunden sus vidas en la Palabra de Dios y en el servicio a los hermanos.
Estos monjes saben hacer de la propia existencia un camino que no pasa por la intransigencia ni por el rigorismo, sino que fieles a la propia vocación, y con la "humanitas" característica de la Regla de San Benito, son testigos de misericordia para tanta gente que vive en el sufrimiento, maestros de compasión para los que viven desgarrados por el dolor, artesanos de consuelo para los desconsolados, centinelas de alegría y de esperanza para los tristes. 
Es por todo esto que los días que he pasado en La Oliva han sido para mí una experiencia de fraternidad, de comunión y de esperanza, ya que como dice el Abad Isaac, este monasterio trata "de hacer realidad en nuestra comunidad, "la escuela de caridad"".

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