Estamos viviendo una situación preocupante pero no alarmante (aunque algunos hablan de pánico y de pandemia) con motivo de la infección por el Covid-19 o coronavirus, que ya ha llegado a nuestro país. Ya se ha superado el centenar de personas infectadas por este virus que se ha extendido desde China.
Los medios de comunicación han informado extensamente de la afectación que ha tenido el Covid-19 en el carnaval de Venecia. Por otra parte, el gobierno del estado y el de las comunidades autónomas han pedido tranquilidad y sentido común ante la propagación del coronavirus. Pero, como pasa siempre ante una enfermedad no controlada, se ha desatado una situación de pánico y de miedo, con farmacias desabastecidas de las mascarillas y de líquidos o geles desinfectantes, debido al miedo irracional a esta infección que se ha extendido desde China y que ya afecta a Irán, Japón, Corea del Sur, Italia, EEUU o Francia entre otros países.
Los medios de comunicación (y de una manera especial los médicos e enfermeros) nos informan sobre todo aquello que hace falta saber sobre el contagio, la prevención y la sintomatología de este Covid-19, con las medidas que recomienda Sanidad para evitar la infección o el contagio. También se nos informa sobre las persones (contagiadas) que están aisladas o aquellos jóvenes Erasmus que están estudiando en el norte de Italia y que ya han vuelto a sus casas. Incluso, algunos alarmistas ya han hablado de la posibilidad de que las falles de València se vean afectadas (o suspendidas) por el Covid-19 o también los Juegos Olímpicos de Japón del verano que viene, de la misma manera que se suspendió el Mobile World Congress que se había de celebrar en Barcelona la semana pasada.
Y a pesar de este alarmismo, como han dicho los especialistas, este virus Covid-19 es menos mortal que el de la gripe. Pero todavía es mucho menos mortal que la pandemia (eso sí que es una pandemia) del hambre.
Curiosamente, la alarma (excesiva) que hay en relación al Covid-19, no existe por lo que respecta al hambre. Solo un dato: cada día mueren de hambre 24000 personas, de las cuales 8500 son niños. ¿Qué pasaría si en todo el mundo, cada día muriesen 24000 persones por el Covid-19? Si en dos meses, que es (más o menos) lo que llevamos con la enfermedad del Covid-19, hubiesen muerto 720000 persones, ¿no nos horrorizaríamos, con razón, por la dimensión de esta enfermedad y por su gran mortalidad? No hace falta decir que los estados afectados por el Covid-19 se verían desbordados. Con 24000 personas muertas en un día por el Covid-19, tendríamos realmente, y no con lo que pasa ahora, una auténtica pandemia. Pero por el contrario, cada día mueren de hambre 24000 persones (720000 al mes) y nos quedamos tan anchos. Ya lo vemos normal. Nadie se escandaliza por esta cifra atroz, ya que nos hemos insensibilizado de tal manera ante el horror del hambre (porque queda lejos y no nos afecta a nosotros) que ya nos parece “normal” que 24000 personas estén muriendo cada día por desnutrición.
Alguna cosa va muy mal en nuestro mundo, cuando nos alarmamos por el Covid-19 y por el contrario ni nos inmutamos por la muerte de decenas de miles de personas cada día.
Como decía recientemente el periodista Xavier Domènech, no hemos de parar el mundo por el Covid-19. Pero sí que habríamos de parar el mundo por el hambre, que todavía mata miles de personas cada día.
En este tiempo de Cuaresma, el verdadero ayuno es compartir el pan con aquellos que no tienen nada y que siguen muriendo de hambre en pleno siglo XXI, el siglo de las telecomunicaciones y de los avances tecnológicos. El siglo, como lo fue el ¡XV, el XVI, el XX...! del hambre, ya que no somos capaces de erradicar esta pandemia horrorosa.
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