Hoy 19 de septiembre conmemoramos el 50 aniversario del martirio de mossèn Joan Alsina. Nacido en Castelló d’Empúries el 28 de abril de 1942, Alsina, que de pequeño ingresó en el Seminario de Girona, pasó luego por el Seminario Hispano Americano de Madrid para las misiones. Alsina, que fue ordenado presbítero el 30 de agosto de 1966, el 30 de enero de 1968 mossèn Joan llegó a Chile, donde vivió en una comunidad de sacerdotes catalanes, en el pueblo de San Bernardo.
Joan Alsina, que ejercía su trabajo pastoral en la parroquia de San Ignacio, de la localidad de San Bernardo, también trabajaba en el hospital San Juan de Dios. Incluso después del sangriento golpe de estado perpetrado por Pinochet, mossèn Joan continuó atendiendo a los heridos en el hospital y aunque le aconsejaron que se escondiese, este sacerdote, fiel al Evangelio y a los trabajadores, no lo hizo y continuó en su puesto de trabajo, ya que, como él mismo dijo, “Hay momentos en la vida que hay que jugarse el todo por el todo, y si me necesitan, allí estaré”.
El 19 de septiembre, militares del batallón de Regimiento Yungay de San Felipe entraron en el hospital y detuvieron a mossèn Joan, por su fidelidad al Evangelio y por su compromiso con la justicia, ya que siempre estuvo al lado de los trabajadores. De hecho, mossèn Joan no estaba afiliado a ningún partido político, pero como discípulo de Jesús, y ante el abuso de los poderosos que pisoteaban a los pobres y a los marginados, este sacerdote nunca fue neutral, sino que defendió la justicia y los Derechos Humanos.
Y es que los cristianos no podemos mantenernos neutrales, como decía el papa Francisco el 5 de julio de 2014: “Dios no es neutral. Está de parte de las personas más frágiles, discriminadas y oprimidas”. Y el Premio Nobel de la Paz, Elie Wielsel, decía también: “Hace falta protestar, porque la neutralidad solo ayuda a los opresores, no a las víctimas”. Por eso mossèn Alsina se mantuvo siempre al lado de los más vulnerables de la sociedad chilena. Mossèn Joan habría podido hacer suyas las palabras del obispo Desmond Tutu, cuando dijo: “El Jesús que yo adoro es un Jesús que estuvo siempre al lado de los que eran torturados con injusticia y se puso en problemas debido precisamente a eso”. Y el obispo Tutu, (como lo testimonió en su vida y en su muerte mossèn Alsina), decía todavía: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, es que has elegido el bando del opresor”.
Después de ser detenido y de llevarlo a Barros Arana, mossèn Joan fue trasladado al Puente Bulnes donde fue asesinado. Su asesino, Nelson Bañados, un soldado de solo 18 años, obedeciendo las órdenes del coronel Mario Caraves, acabó con la vida de mossèn Alsina, que pidió a su asesino que no le vendara los ojos porque quería verle la cara y perdonarlo. Como relató unos años más tarde el mismo Nelson Bañados, mossèn Joan “se puso las manos en el corazón y movió los labios como si estuviese rezando y dijo: “Padre, perdónales”. Ya eran las diez de la noche y aquel fusilamiento no lo olvidaré nunca”.
El 27 de septiembre se encontró el cuerpo sin vida de mossèn Alsina en el Servicio de Medicina Legal y fue sepultado el día siguiente en el cementerio de San Bernardo.
Según testimonios de personas que lo conocieron bien, a Joan Alsina “lo buscaron porque era un cura obrero”. Como dijo otro conocido suyo, “mossèn Joan no tenía cara de santo ni de mártir, era un hombre que no representaba a primera vista lo que tenía en su interior, en sus entrañas”. Y por eso “para muchos, los escritos de Joan eran chocantes, porque solo lo conocían desde fuera y nunca pensaron que detrás de aquel rostro de un luchador, de un hermano obrero, de un soñador, de un hombre que saboreaba la vida, de un hombre bueno y bromista, se pudiese esconder un hombre de una profundidad de fe, de un ministro de Jesús, con aquella calidad de la oración de la mañana, la de, “si el grano de trigo no muere, no da fruto”.
Mossèn Joan, que según otro testigo, era “una personalidad llena de sorpresas”, dio la vida por el Reino y por la justicia, ya que siempre estuvo al lado de los trabajadores. Mossèn Joan, que murió perdonando, como Jesús, nos es ejemplo de fidelidad al Evangelio y de compromiso con los perseguidos por causa de la justicia. Por eso la Iglesia, siguiendo el ejemplo del mártir Joan Alsina, “ha de cultivar”, como dijo el cardenal Vicent Enrique Tarancon, “las exigencias del amor y de la justicia, aunque eso sea incómodo”.
Joan Alsina hizo, con su vida y con su muerte, lo que el papa Francisco dijo a los cristianos de Mongolia: “La Iglesia no calla ante las injusticias y se compromete a promover la dignidad de los seres humanos” (Religión Digital, 2 de septiembre de 2023).
Mossèn Joan Alsina, el mártir de Castelló d’Empúries asesinado hoy hace 50 años, fue fiel, en la vida y en la muerte, a lo que el papa Francisco expresó en 2018 en su Exhortación Apostólica, “Gaudete et exultate”, de que los cristianos, todos los discípulos de Jesús, hemos de “buscar la justicia” (GE nº 79).
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