Este domingo, 3 de octubre, recordamos al obispo Ramon Buxarrais, en el 50
aniversario de su ordenación episcopal. Nacido el 12 de diciembre de 1.929 en la
localidad catalana de Santa Perpètua de Mogoda, estudió en el Seminario Conciliar de Barcelona y
en la Facultad de Teología, en Sant Cugat del Vallès. Ramon Buxarrais, que fue
ordenado presbítero el 17 de diciembre de 1.955, fue nombrado coadjutor de la
parroquia de San Pío X de la ciudad condal y después sirvió la comunidad cristiana
de Lliçà de Munt.
En 1.959 Buxarrais fue a Chile al servicio de la diócesis de Antofagasta, donde
fue vice-rector y director espiritual del instituto “Obispo Silva Lezaeta” en
Calama y también coadjutor de la JOC y capellán de la cárcel. En 1.962 fue nombrado
rector de la parroquia del Buen Pastor de Antofagasta y el año siguiente,
vicario general de Pastoral de Antofagasta y rector de la parroquia de San Joan
Bautista de Calama y Administrador Apostólico de la Prelatura de Calama.
En 1.967 Ramon Buxarrais ingresó como postulante en el monasterio trapense
de Azul, en Argentina, que tuvo que dejar por enfermedad.
Buxarrais volvió a Cataluña y en 1.969 fue nombrado rector de la parroquia
de Sant Esteve de Granollers y después, arcipreste. Y fue el 19 de agosto de 1.971
cuando el papa Pablo VI lo nombró obispo de Zamora, donde fue consagrado hoy hace
50 años. Posteriormente, el 14 de abril de 1.973, el papa lo nombró obispo de
Málaga, donde en esta diócesis andaluza trabajó para profundizar y fomentar la
piedad cristiana. También favoreció la caridad social por medio de Cáritas y supo
transmitir el Evangelio con sus libros, como: “Cartas a Valerio”, “Confesiones
de un obispo que no quiso serlo” o “Elisenda:
vocación de ser raíz”.
Trabajador incansable y hombre sencillo, el obispo Buxarrais dejó el
palacio episcopal y se fue a vivir con un grupo de curas, a una residencia del
barrio de Carranque.
En la diócesis de Málaga instauró el diaconado permanente y cedió diversos
bienes de la Iglesia para crear puestos de trabajo.
El 11 de septiembre de 1.991, ahora hace 30 años, el obispo Buxarrais renunció
al servicio episcopal de la diócesis de Málaga y se fue a Melilla como capellán
de un centro asistencial confiado a las Hijas de la Caridad, la llamada, la “Gota de leche”, que acogía ancianos y niños.
También fue capellán de la cárcel.
Profeta del Reino, el obispo Buxarrais supo transmitir el Evangelio con pasión,
y sensible al drama de la pobreza, defendió siempre la justicia ante el abuso
de los poderosos de turno. Además de sus buenos libros, punzantes y a la vez
llenos de ternura, sus cartas pastorales llegaban al corazón de los andaluces,
ya que trataban de situaciones concretas de la vida. Y es que el obispo Ramon
tenía un oído muy atento al Evangelio y el otro, al pueblo que servía con
solicitud. Así, en marzo de 1.987 escribió la carta: “Dejémonos evangelizar por la Cuaresma” y en Navidad de 1.988 escribió
la carta: “Nos han secuestrado el Niño”,
donde el obispo Ramon nos mostraba el contrasentido de celebrar la Navidad con
el Niño Jesús “secuestrado”, marginado y olvidado por el turrón, el cava, las fiestas
y los regalos. En 1.991, con motivo de la Jornada Pro orantibus, el obispo
Buxarrais escribió la carta: “Unas monjas
que pierden el tiempo”, recordándonos la importancia que para la Iglesia tiene
la vida contemplativa.
También sus homilías no dejaban indiferente a nadie. Su homilía más conocida
(y que más revuelto levantó), desatando una gran polémica, fue la que, en julio
de 1.981, escandalizó a la jet set de Marbella. En su homilía, el obispo Ramon
denunciaba, con razón, como las “carcajadas
de los ricos parecen ahogar el grito de los pobres”. El obispo Buxarrais
presentaba el problema del paro y del sufrimiento de la gente más vulnerable de
su diócesis, contraponiéndolos a las “fiestas
y aniversarios provocativos en la Costa del Sol”. Y es que al lado de la
gente que tenía problemas económicos, la jet set de Marbella se rodeaba de “joyas, viajes y comidas” escandalosas.
Por eso el obispo Buxarrais reivindicaba “tiempo
libre y turismo sin esclavitud, y diversión sin corrupción”.
Con esta homilía, el obispo Buxarrais mostraba el escándalo de la parábola
del rico y de Lázaro (Lc 16:19ss) que se repetía en Marbella con la ostentación
(y a la vez, el vacio) de la jet set. Como en el caso del profeta Amós, el obispo
Buxarrais denunciaba la pobreza que sufría la gente, un dolor que convivía con
la deshonestidad de algunos políticos, la corrupción de los jueces, la explotación
de los ricos y de los poderosos y el autoritarismo de los funcionarios. Por eso
el obispo Buxarrais, por su testimonio evangélico, fue calumniado y
vilipendiado, como lo fue Jesús, acusado por los fariseos y por los maestros de
la Ley.
El obispo Buxarrais nos hizo los ejercicios a los monjes de Montserrat, unas
reflexiones que todos aún recordamos con afecto, porque con su buen humor y con
su palabra, siempre acertada, nos transmitía, con gozo, el mensaje del Reino.
50 años después de su consagración episcopal, hoy damos gracias a Dios por el
testimonio del obispo Buxarrais y por su vida de profeta de la verdad y de la
justicia y defensor de los más desheredados.
Hace unos años, el obispo Ramon definió muy acertadamente a la Iglesia (como
lo ha hecho el papa Francisco, diciendo que ha de ser un hospital de campaña),
como “aquel lugar donde la gente que lo
pasa mal pueda sentirse bien, pueda ser acogido con amor”. Por eso es bueno
dar a conocer a los más jóvenes al obispo Ramon, ya que su ministerio episcopal
ha sido un auténtico servicio al Evangelio.
El obispo Ramon, en su servicio a las diócesis de Zamora y luego en Málaga,
es un hombre de Dios, un obispo con olor a oveja. Un testigo del Evangelio, que
ha sembrado semillas de paz, de esperanza y de alegría. El obispo Ramon
Buxarrais es un cristiano que ha sabido acoger y transmitir la ternura de un
Dios que nos ama y que nos invita a amar a los demás, sin que hagamos
diferencias de religión, de sexo o de nación, porque todos somos hijos de un
mismo Padre. El obispo Ramon es un obispo cristiano de verdad, un obispo que
cree en Jesús y que por eso mismo es testigo del Evangelio. No solo es un maestro,
sino sobre todo un testigo. Y es que el maestro se limita a explicar lo que
sabe, lo que ha aprendido. Pero el testigo, como el obispo Ramon Buxarrais, no se
ha limitado a explicar lo que sabe, sino que en su vida ha transmitido lo que vive, lo que él es.
El papa Pablo VI, nombrando obispo a D. Ramon, nos envió (a Zamora primero
y luego a Málaga) un profeta. Un hombre lleno de bondad y de misericordia. Un
obispo con sentido del humor, que eso es muy importante en el episcopado,
alejado de rigideces y de rigorismos, abierto a todos, sencillo y humilde. El
obispo Ramon es un hombre que sabe sonreír y que, con unos ojos limpios, mira a
los demás con el corazón, sin juzgar, sin prejuzgar, sin condenar. Un obispo
que prefiere escuchar más que hablar, que acoge sin condenar, que perdona sin
juzgar. Por eso, en este cincuenta aniversario de su ordenación episcopal,
hemos de dar gracias a Dios por haber dado a la Iglesia un pastor bueno y un
padre bondadoso.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada