dilluns, 15 de juliol del 2019

¿Es que los políticos no tienen corazón? (RELIGION DIGITAL, 14/07/2019)

¿Una ayuda o una coz? Así podríamos resumir el Evangelio del buen samaritano que la liturgia eucarística nos presenta hoy: Un hombre malherido que un sacerdote y un levita, pasando de largo, dejan abandonado en su indigencia, insensibles al dolor de aquella persona. Y un samaritano, un no judío, un pagano, que reconoce en aquel home a su hermano y por eso se compadece de él y lo ayuda.
La parábola del buen samaritano, bien fácil de entender, se repite hoy en tantas y tantas persones que también se encuentran al margen del camino. O en medio del mar. La fotografía del padre y de su hija pequeña ahogados en Rio Grande, en la frontera entre los EEUU y Méjico, ha desencadenado un impacto emocional, como lo fue hace unos años la muerte del pequeño Aylan, ahogado en la playa de Turquía. Un impacto emocional que no durará mucho tiempo. Unas imágenes que nos han horrorizado pero que olvidaremos con facilidad. Han sido dos personas que han encontrado la muerte por la inmoral política migratoria de los EEUU.
Pero también las vallas con concertinas en Ceuta y en Melilla que, hipócritamente decimos que nos “protegen” del Tercer Mundo, los ataques racistas a centros de menores no acompañados, la prohibición del gobierno español para que se puedan rescatar náufragos en el Mediterráneo, con la amenaza de multas que pueden llegar a los 900000 euros, el encarcelamiento de la capitana del barco que desafió a Salvini, en el Mare nostrum (¿o bien hemos de decir Mare mortum?), que salvó la vida de los que huían de la guerra y de la muerte sin ceder a las amenazas de Salvini, el drama “que políticos pacíficos estén en la cárcel” (arzobispo Joan Planellas, Avui, 14 de mayo de 2019) o las crueles condiciones de los refugiados en Libia. 
Bombardean un centro de detención de refugiados en Libia
Bombardean un centro de detención de refugiados en Libia
¿Una ayuda  o una coz?
¿A qué nivel de deshumanización hemos llegado (como el sacerdote y el levita del Evangelio), que por salvar vidas unas persones puedan ser encarceladas o multadas? ¿Qué los políticos no tienen corazón? ¿Qué no tenemos ninguna sensibilidad hacía los que sufren? ¿Dónde está el alma de Europa? Por eso la obediencia a las leyes injustas es uno de los grandes problemas del mundo.
Estamos hartos de estadísticas que rápidamente olvidamos. Y por eso hemos de plantar cara a las leyes injustas, a leyes que convierten en delincuentes a personas que no han cometido ningún delito, sino que hacen el bien. Por eso diversas entidades cristianes han denunciado así las políticas xenófobas y racistas de algunos partidos y de algunos gobiernos: “La hospitalidad no se puede perseguir ni criminalizar y el que lo haga está remando contra la declaración de los Derechos Humanos” (Religión Digital, 28 de junio de 2019). ¿No recordamos el artículo 14 de la Declaración de los Derechos Humanos?: “En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo en otros países y a beneficiarse de ello”. Y el 13: “Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país y a volver a él”.
Hoy la parábola del buen samaritano nos empuja a descubrir un hermano en cada hombre y en cada mujer que sufre. Como nos ha dicho el papa Francisco, “el mundo, cada día es más elitista y más cruel con los más excluidos” (Religión Digital, 3 de julio de 2019). ¿No es una vergüenza para nosotros que casi mil refugiados hayan muerto en el Mediterráneo en lo que llevamos de año? (Religión Digital 29 de junio de 2019). ¿Es este el modelo de sociedad que queremos o hemos de hacer realidad el deseo del papa de construir una Iglesia samaritana, hospital de campaña para todos los que sufren? 
Quiero acabar con unas palabras de la periodista Pilar Rahola, a propósito de estas muertes y de la inmoral política migratoria: “No, no me sirven las cifras, ni las reflexiones sabiondas, ni las palabras que decimos para quedar bien. No me sirven porqué eso es un horror en mayúsculas, porqué hace años que es un horror en mayúsculas, porqué mueren a miles, y a miles los olvidamos, porqué nos conmovemos un segundo y después nos instalamos nuevamente en nuestro confort indiferente” (La Vanguardia, 28 de junio de 2019).    
Les palabras que Jesús dirigió al maestro de la Ley, hoy también nos las dirige a nosotros: “¿Quien de estos tres te parece que vio al prójimo que hemos de amar, en el hombre que cayó en manos de ladrones?”. ¿Salvini, Pedro Sánchez, los que atacan los centros de Menas? ¿O los voluntarios que salvan vidas en el mar? 
Las palabras del Señor nos han de hacer reaccionar: Haz tú lo mismo. Y es que la compasión (el hecho de padecer con los otros, de compadecernos) nos hace más humanos. Por el contrario, la insensibilidad o la indiferencia nos restan humanidad.
El obispo Pere Casaldàliga escribió hace tiempo: “Yo soy yo y mis causas. Y mis causas valen más que mi vida”, porqué “si no ha grandes causas, la vida no tiene sentido”. Y añadía aun, como diciéndonoslo a nosotros: “Los valientes son los que vencen el mucho o el poco miedo que tienen. Sed lúcidos. Sed firmes. Permaneced unidos. Responded a la persecución con esperanza. Responded al miedo  con unión”. 
Hoy hemos de preguntarnos: ¿Es un delito salvar personas? ¿Es posible que por salvar náufragos alguien pueda ser condenado? El Evangelio nos empuja a poner a la persona por encima de la ley y a construir la cultura del encuentro, no a descartar a los más vulnerables de nuestra sociedad. ¿Sabremos ayudar al prójimo  o le daremos un puntapié? 
Que el Evangelio, que nos anima a frenar en seco los argumentos racistas, nos ayude a no cerrar los ojos ante el sufrimiento de nuestro mundo y a apoyar a los que más sufren, aunque sea desafiando y desobedeciendo las leyes injustas. Que el Evangelio del buen samaritano haga nacer en nosotros la compasión hacia los que sufren, para sufrir con los que padecen y a no caer nunca en la indiferencia ante el dolor de nuestro mundo.
Francisco, con los refugiados de Lesbos

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